Astur Martínez vive su sueño en China
En el corazón de China, lejos de su Lobos natal, Astur Martínez vive una experiencia única. El joven argentino se encuentra en la ciudad de Nanchang, provincia de Jiangxi, desarrollando una intensa etapa profesional como entrenador de tenis. Desde allí, entre raquetas, traducciones imperfectas y el vértigo de una cultura completamente distinta, Astur lleva la bandera del tenis argentino a lo más profundo de Asia.
«Estoy en un centro olímpico tremendo, con once canchas techadas de polvo de ladrillo, el lugar con más cantidad de este tipo en el mundo», cuenta Astur con admiración. El complejo, casi una mini villa olímpica, incluye también canchas de cemento, gimnasios, pileta climatizada, salas de fisioterapia y hasta hoteles donde vive el equipo de trabajo. Un verdadero ecosistema deportivo donde conviven distintas disciplinas: lucha libre, bádminton, básquet y hasta sumo.
La estadía de Astur está planeada por seis meses, de los cuales ya cumplió casi dos. No está solo: lo acompañan Renzo Andorno, un joven de Navarro de 20 años, y Kiko, un experimentado entrenador de 51 años con pasado junto a figuras como David Nalbandian y Guillermo Coria. “Tiene una experiencia increíble. Estoy aprendiendo muchísimo de él, me está dando una mano muy grande”, reconoce.
Pero más allá del lujo de las instalaciones, lo que realmente sorprende a Astur es el nivel de los chicos. “Trabajamos con chicos de entre 8 y 16 años. Hay varios que están entre los top 20 del país en sus categorías. Tienen una técnica increíble… pero les falta ese fuego que tiene el jugador argentino: sufrir, pelear cada pelota, ponerle garra”, señala.
Esa es la gran misión: inyectar un poco de espíritu combativo en jugadores que, aunque talentosos, están envueltos en una cultura de presión y protección excesiva. «Los padres están al 100% en cada clase, hablan en medio del entrenamiento, no los dejan frustrarse. Es una locura. Los tratan como si fueran diamantes», lamenta.
El choque cultural también se siente en la comunicación. El inglés de Astur mejora día a día, pero los traductores automáticos entre chino y español no siempre ayudan. “A veces sentís que te entendieron y no. Y a veces vos pensás que entendiste… y tampoco. Hay que hablar como si uno estuviera actuando en una película”.
A pesar de los desafíos, Astur disfruta. Trabaja entre 4 y 6 horas por día, aunque en China los días libres son un lujo. “No existe el fin de semana. Laburan todos los días. Están re locos… pero bueno, es así”, dice entre risas.
Desde el otro lado del mundo, Astur sigue construyendo su camino, sumando experiencia y dejando su huella en el tenis internacional. Entre la disciplina milenaria china y la pasión criolla por el deporte, su historia es una mezcla perfecta de aprendizaje, desafío y crecimiento personal.