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”El potrero”, por Marcelo Rubio

Uno de los emblemas de Club Las Heras escribió este hermoso relato en primera persona sobre el inicio en el fútbol en la niñez de muchos jugadores. Te invitamos a leerlo


El Potrero para esa gente que ha vivido esa linda experiencia, lo recordarán como su tercer lugar en el mundo, 1° La Casa, 2° La Escuela, y 3° EL Potrero, donde nos transformábamos en aquellos jugadores que veíamos en la tele, o escuchábamos en la radio.

En esa canchita le dábamos rienda suelta a nuestra imaginación y cuando hacíamos un gol , un caño, o atajábamos esa pelota imposible, etc, quien no nombraba al ídolo o referente de la época, -¡que lindos tiempos!

Hacer la canchita era toda una ceremonia: primero ir al monte a elegir los postes para los arcos (los más derechitos ), llegar al terreno elegido, con previo permiso del dueño y antes de colocar los postes para los arcos, había que delimitar la cancha.

A veces había límites naturales o artificiales, como una hilera de árboles, un alambrado o una medianera, paso seguido se emparejaba la cancha, se tapaban los pozos, sacar los hormigueros, sacar cardos, pinches, vidrios etc.

Una vez hecho eso, a colocar los arcos. Siempre había alguno que traía un taladro de mano, para hacer los agujeros y atarlos con alambre. También estaba el que traía un nivel para nivelarlos bien (aunque los travesaños siempre tenían una curvita natural).


Cuando terminábamos nos quedábamos un ratito mirando como había quedado y para nosotros era el mejor estadio del mundo, y esa mirada era la foto que nos quedaría grabada por siempre en nuestra retinas ya que la tecnología escaseaba.

Y ahora si a jugar, eso si primero los que hicieron la canchita y el dueño de la pelota. Como todos sabemos no había referees, así que siempre que se cobraba una falta era tema de discusión, y a veces bastante subida de tono.

Cuando se sentía botar la redonda empezaba a venir gente de todos lados y se terminaba cuando ya no se veía, o el dueño de la pelota se enojaba y se iba; o cuando se pinchaba, o se iba a lo del vecino, sobre todo a ese que le molestaba todo.

En El Potrero empezaba la ilusión de muchos chicos en llegar a lo más alto del fútbol argentino. Y otros con solamente jugar en El Potrero era suficiente para ser felices.

Estaban los que venían con las mejores pilchas, como aquél que jugaba descalzo, ahí se juntaban todos sin discriminación. No había clases sociales diferentes.

Se jugaba ese fútbol pícaro, inteligente, atrevido y noble. El Potrero era el lugar de gambetas interminables, pisadas, caños, rabonas, bicicletas y algunas pataditas.

Jugar bajo la lluvia y llegar todo embarrado tenía un regosijo inexplicable, aunque sabíamos que nuestras madres nos esperaban con una varita y luego íbamos directo a la ducha.

Lamentablemente las computadoras, tablets, celulares, etc, fueron reemplazando estos hábitos de esparcimiento al aire libre. Así también de a poco van desapareciendo esos jugadores dotados de picardía y habilidad innata que se animan hacer esas jugadas de puro talento propio que hoy se ven tan poco.

Actualmente si uno de esos jugadores se sale de contexto y tira un caño, una rabona, los rivales lo toman como una burla y los quieren linchar. Por supuesto que el jugador sabe cuando hacerlo y sobre todo a beneficio del equipo, entre algunos cito a Centurión, ese chico lleva El Potrero en el alma.


Los más lindos momentos de la infancia , lo vivimos en esos terrenos, donde hicimos amigos para toda la vida. El Potrero de Barrio tendría que ser legislado como interés general y convertirlo en ley deportiva. Sobre todo para aquellos niños que le gusta jugar fútbol, sin algo tan estructurado como entrenar para poder jugar.

EN EL POTRERO NACIÓ EL FÚTBOL ARGENTINO

Inspirado en Los Potreros de mi infancia, Lo del Pato Lavín, lo del Negro Julio Salas, Viruco e Interact Las Heras.”

*Por Marcelo Rubio